domingo, 4 de julio de 2010

RECECHO DE REBECO EN LOS ANCARES DEDICACION.


Los Ancares, en mi adolescencia, cuando los primeros cortos y la ilusión por el cine, constituían en mi imaginación un espacio mítico, recóndito, marcado por las leyendas del lobo y por el miedo ancestral de las gentes que compartían con él la soberbia naturaleza en la que les había tocado vivir.

Un cúmulo de circunstancias me han llevado, varias décadas después, a conocer algunos de sus parajes. Caza de alta montaña, dura, de meteoros –lluvia, niebla- , generosa de horizontes, racheada de vientos, incierta de resultados y enormemente cautivadora.

José Antonio conocía muy bien mis documentales. Se puso en contacto.

Entre mis preferencias cinegéticas se encuentra la caza menor, caza con perro, en solitario, en España y otros continentes, -deliciosas cacerías africanas de codornices, francolines y gallinas de Guinea-, y también los aguardos de jabalí. A la hora de grabar, el abanico se amplia, destacando los recechos de alta montaña y la caza mayor africana.

África, la Grande, la mítica, la ensoñadora tierra de árboles grandes, de animales grandes y de grandes cazadores.

Dije sí.

Mi periplo, durante el mes anterior, había sido amplio, muy interesante y, un tanto, agotador.

Senegal, el África de siempre, la de las sabanas boscosas, los manglares rebosantes de luz, los herrumbrosos transbordadores y los cuerpos sudorosos bajo el cálido sol del atardecer.

Sudáfrica noreste, Limpopo, la tierra de los baobabs. Sudáfrica suroeste, Gran Karoo, los infinitos paisajes semidesérticos de cielos asombrosos.

Álava, Valle de Kuartango, uno de los más brumosos y verdes de España. La tierra de los mil corzos.

Y, cerrando el circulo: Ancares. Alta montaña de brezos en flor.


Primera jornada: Desapacible, con una molesta niebla que, poco a poco, fue haciendo imposible la cacería. Breve paseo, a última hora, entre cabras monteses, rebecos jóvenes y fuertes rachas de viento,

Segunda jornada: Lluviosa casi de principio a fin, dura de ascensión, peligrosa por el agua sobre lanchas y cantos rodados. Bellísima en el circo de siete cascadas donde finalmente descubrimos a nuestro rebeco.

José María, el guarda, es joven, vocacional, buena gente, capaz de vivir con ilusión la caza de alta montaña. Impagable en su oficio, nos habló de la incomprensión que a veces padece.

Y la excursión tuvo un final feliz, cuando ya era feliz.

Tiro largo y preciso de José Antonio. Y dura ascensión para recuperar el cuerpo del animal.

José Antonio es una persona apasionada por la caza. Joven también, logró un magnifico rebeco en su primera cacería de alta montaña sobre la especie.

Jornada incierta, sufrida y pasada por agua. El esfuerzo de sus tres integrantes –me incluyo también-, tuvo la inmensa fortuna de verse recompensado con el logro de un soberbio ejemplar.

Dio oro. Pero da igual, antes de conseguirlo la cacería ya era inolvidable.

Vicente Amat

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